Por momentos, parece un chiste. Un expresidente maneja un auto desvencijado, vive en
una chacra con perros rengos y pasto seco. Podría ser un paisano cualquiera, pero no lo es.
En su figura convivieron el exguerrillero tupamaro que pasó trece años en prisión, el líder
progresista latinoamericano que, desde la gestión del Frente Amplio, mejoró notablemente
todos los indicadores sociales y económicos de Uruguay y el referente global, predicador de
una ética y una estética basadas en la austeridad y la coherencia. Esta función le dio una
legitimidad difícil de igualar y se convirtió en un reflejo incómodo para la política. Fue,
quizás, el único presidente latinoamericano que hizo de la renuncia un atributo bello
Su historia es conocida. Nacido en 1935, Mujica se formó políticamente en los años
sesenta, cuando la violencia política en América Latina era tanto diagnóstico como método.
Fue parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, organización armada que
desafió al Estado uruguayo y terminó desmantelada por la represión. Fue detenido en 1972,
torturado y recluido en condiciones inhumanas. Su posterior liberación, en el marco de la
transición democrática de 1985, lo llevó a reinsertarse en la política institucional. Fundó el
Movimiento de Participación Popular y más tarde llegaría a la presidencia.
Los tres mandatos de gobierno del Frente Amplio transformaron la realidad socioeconómica
de Uruguay. Tras 15 años de crecimiento económico sostenido – incluso con la recesión de
Argentina y Brasil- se convirtió en el país con la clase media más ancha de la región (más
del 60% de su población). En ese período, lograron un descenso pronunciado de la pobreza
y de la indigencia (de 39,9% en 2005 a 8,8% en 2019 y de 4,7% en 2005 a 0,1% en 2019,
respectivamente de acuerdo al INE); un incremento sostenido del salario real – 55% desde
2005 hasta 2017- y la igualación en el acceso a servicios básicos tales como educación,
agua potable, electricidad y saneamiento. Hacia 2017, 90% de la población de más de 65
años estaba cubierta por el sistema de pensiones (uno de los coeficientes más altos en
América Latina y el Caribe, junto con Argentina y Brasil) (Caetano, 2017).
En política interna, su influencia en el Frente Amplio fue determinante, pero también generó
tensiones. Desde sectores más ortodoxos de la izquierda se lo acusó de ser demasiado
blando con el capital, demasiado negociador con la oposición y, en algunos temas, reticente
al conflicto. Aunque impulsó leyes progresistas clave —como la legalización del cannabis, el
matrimonio igualitario o la ley de aborto—, su rol fue muchas veces más moderador que
promotor.
Planteó una ética clara para la política latinoamericana: profundizar sin destruir, mejorar sin
romper, gobernar sin demonizar al adversario y, sobre todo, que el poder encuentre un
canal de trascendencia. Una entrevista con Juan Elman condensa esta idea: “A mí la vida al
final me dio un premio. Mi sector [el MPP] votó como los dioses y de premio sacamos al
presidente. (…) sacaron 36 diputados, como 8 o 9 senadores. El presidente de la república
¡Pero me cago en Dios! Fue importante. Y yo ya no estaba. Lo hicieron los pibes, los
sucesores, digamos.” Este fue el movimiento que hizo de un liderazgo una función política.
Más allá del tractor, el mate y la chacra, tenía un alto valor intangible: logró repartir el poder,
delegarlo, transferirlo y organizarlo (a diferencia de la mayoría de sus coetáneos).
Armó, gobernó, reorganizó y volvió a ganar. Mujica planteó una ética y una estética para la
política. Su discurso y acción contra el consumo y la lógica de acumulación capitalista, en
favor del amor y la felicidad austera, se valorizó con el ascenso de una ultraderecha odiosa,
que goza de la destrucción. En un continente donde la construcción política y la democracia
son bienes escasos, Mujica dejó algunas preguntas necesarias: ¿Cómo hacer de la política
una forma de organización sostenible para la democracia? ¿Cómo reconstruir una estética
de la organización política?
Bibliografía:
Caetano, 2017, ¿Milagro en Uruguay? Apuntes sobre los gobiernos del Frente Amplio.
Nueva Sociedad No 272, noviembre-diciembre de 2017, ISSN: 0251-3552.
Fuente: Revista Panamá